El reciente tratado de paz entre Israel y Palestina ha sido recibido por la comunidad internacional con una mezcla de esperanza y cautela. Sin embargo, más allá de los gestos diplomáticos y los titulares de buena voluntad, hay una realidad que no puede ignorarse: la paz verdadera solo será posible si la seguridad de Israel queda plenamente garantizada.
En un escenario global marcado por tensiones ideológicas, terrorismo transnacional y polarización, Israel sigue siendo el único bastión democrático estable en Medio Oriente. Por eso, cualquier acuerdo que no contemple de manera prioritaria su derecho a existir, defenderse y prosperar, sería un paso en falso disfrazado de avance histórico.
Seguridad antes que retórica
Israel no negocia con un vecino cualquiera. Lo hace con una contraparte dividida entre facciones políticas y grupos armados, algunos de los cuales —como Hamás— han hecho del terrorismo una estrategia permanente.
Hablar de paz sin desarme, sin control fronterizo y sin compromisos verificables es ingenuo, por no decir irresponsable. La historia reciente demuestra que cada concesión israelí ha sido respondida con cohetes, no con confianza.
Por eso, la comunidad internacional, incluyendo países aliados como Colombia, debe respaldar un acuerdo en el que la prioridad sea la seguridad del Estado de Israel. Cualquier otro enfoque pondría en riesgo no solo la estabilidad regional, sino la legitimidad misma del derecho internacional.
Jerusalén, identidad y libertad religiosa
Uno de los puntos más sensibles del acuerdo vuelve a ser Jerusalén. Para millones de judíos, cristianos y musulmanes, esta ciudad representa más que un símbolo: es el corazón espiritual del mundo.
Pero lo que diferencia a Israel es que, bajo su soberanía, Jerusalén ha garantizado acceso libre y protección a todos los credos. ¿Podría decirse lo mismo si su control pasara a manos de un gobierno palestino dividido y sin autoridad efectiva sobre sus propias milicias?
Por ello, mantener la soberanía israelí sobre Jerusalén y la protección internacional de los lugares sagrados no es una postura ideológica, sino una medida de sentido común para preservar la libertad religiosa y la estabilidad geopolítica.
Una lección para Occidente
Desde América Latina, y especialmente desde Colombia, no podemos observar este proceso con indiferencia. Israel ha sido un socio estratégico en materia de seguridad, innovación y tecnología.
En momentos donde el mundo libre enfrenta amenazas globales —desde el extremismo hasta la desinformación—, apoyar a Israel significa apoyar la defensa de la democracia, el progreso y el respeto por la ley.
Nuestro país sabe, por experiencia, que la paz sin justicia ni garantías se convierte en una ilusión peligrosa. El Estado colombiano, que ha vivido en carne propia los desafíos de negociar con grupos armados, debería respaldar una paz que no sacrifique la seguridad de uno de los aliados más firmes de Occidente.
Una paz posible, pero con firmeza
Si este tratado busca ser realmente histórico, debe contener compromisos claros y medibles:
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Desarme total y verificable de grupos terroristas.
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Reconocimiento expreso e irrevocable del Estado de Israel como nación judía.
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Control conjunto de fronteras y cooperación internacional en seguridad.
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Protección jurídica de Jerusalén y de la libertad religiosa.
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Educación y medios libres de discursos de odio o negación del otro.
Solo así podrá hablarse de un futuro de convivencia real, y no de una nueva tregua que se rompa al primer desacuerdo.
Conclusión
Israel ha demostrado ser un pueblo que busca la paz, pero no a cualquier precio. La experiencia enseña que ceder seguridad por promesas vacías es el camino más corto hacia el conflicto.
Hoy el mundo necesita recordar que la paz verdadera se construye sobre la verdad, la justicia y el respeto mutuo. Y en este caso, eso significa respaldar sin ambigüedades el derecho de Israel a vivir, prosperar y defenderse.
Colombia, como nación que valora la libertad y el orden, debería estar del lado correcto de la historia: del lado de la democracia, del lado de Israel.
Nota editorial:
La opinión expresada en este artículo refleja la línea editorial de PrensaCapital.com, medio comprometido con la defensa de los valores democráticos, la libertad de expresión y el fortalecimiento de las relaciones de Colombia con los aliados del mundo libre.