Soy representante de la generación X. En mi época, años 80´s en Colombia, viajar era una aventura llena de incertidumbre y desafíos. Hoy, veo a los millennials y centennials con su tecnología y recursos, y créeme, los envidio mucho. Pero también recuerdo con cariño aquellos tiempos donde la dificultad era parte de la experiencia. Este artículo es un recuento nostálgico de cómo era emprender esas rutas, con sus retos y recompensas únicas.
La tecnología factor diferencial
La tecnología ha cambiado el juego por completo. Nosotros viajábamos con mapas de papel y guías impresas, y si acaso teníamos un teléfono público cerca. Los extremos del país estaban al alcance que nos permitiera TELECOM. (Dejo la tarea para los que no saben qué es eso ). Hoy, los jóvenes tienen smartphones con GPS, apps de traducción, reservas online y hasta redes sociales para compartir sus experiencias al instante. A donde llegan hay conexión wifi (de diferentes capacidades paro siempre al alcance). Es como viajar con un asistente personal
Equipo: De la Comodidad a la Especialización
Antes, la ropa era la que teníamos a mano, muy poca de ella de carácter técnico. y los morrales parecían sacos de papas. Algunos aventureros locales se animaban a lanzar su propias marcas. Spigo en la carrera 13 con 69 en Bogotá tenía excelentes opciones. Hasta hoy tengo algunos de sus morrales. Ahora en cambio, existen telas especiales, impermeables, ultraligeras y respirables. Los morrales de hoy son ergonómicos y diseñados para cada tipo de aventura. Ni hablar de las botas Las mías eran de cuero pesado, y si se mojaban tardaban días en secar.
Comunicación: Del Correo a la Inmediatez
Imagínense enviar una postal y esperar semanas para que llegue. Esperar poder contactarse por cualquier medio durante semanas hasta meses. Hoy, los jóvenes se comunican por videollamada, comparten fotos y videos al instante, y hasta pueden trabajar desde cualquier lugar del mundo gracias al internet. La comunicación es instantánea y global.
Planificación: De la Improvisación a la Reserva Anticipada
Antes, la planificación era más intuitiva y muchas veces improvisada. Aprendíamos a leer curvas de nivel en mapas, buscábamos contexto en hemerotecas y nos arriesgábamos a explorar rutas desconocidas. A veces llegábamos a parques naturales o senderos donde conocíamos a alguien en una finca y rogabamos que todavía estuvieran y se acordaran de nosotros. Hoy, los jóvenes tienen acceso a buscadores de vuelos y hoteles, comparadores de precios y hasta plataformas para reservar actividades y tours con empresas locales que le apuestan a este tipo de turismo y que se están apoyando en este sector como estrategia de crecimiento. La planificación es más precisa y eficiente
Experiencia: ¿Más Fácil, Menos Auténtica?
Si bien la tecnología facilita mucho los viajes, me pregunto si los jóvenes se pierden un poco de la aventura y la autenticidad que nosotros experimentábamos. Nosotros nos perdíamos, nos equivocábamos de camino, y así descubríamos lugares increíbles. La tecnología nos da seguridad, pero a veces nos aísla un poco de la cultura local y a veces genera que los viajeros se integren sólo entre ellos sin acceder de manera profunda a una experiencia mas real.
A manera de anecdota
Recuerdo las noches en campamentos improvisados, las cocinas que no prendían y la comida enlatada que nos salvaba. La creatividad en la cocina iba desde la generosidad de los campesinos con productos de la zona hasta lo que podíamos comer en frío. Perdí barcos, lanchas y mulas, por no conocer las frecuencias de servicios de transporte y aprendí a esperar conexiones durante días. Llegé a fronteras adivinando los procedimientos, y descubrí que lo mejor era admirar la ruta y lo que ofrecía más que torturarme con los tiempos ajustados de un plan.
Reflexiones nostálgicas
Envidio a los viajeros de hoy con su ropa técnica, sus morrales modernos y sus equipos de comunicación. Envidio que lleguen a cualquier pueblo y los esperen con platos vegetarianos, veganos y con cocina de autor. Hasta con menús degustación de ingredientes sostenibles. Envidio los hostales que ofrecen camas cómodas en un lugar seguro al final de la jornada. Pero después de estas líneas, añoro esos momentos, esas personas amables (y no tan amables) que me encontré en el camino en aquellos años. Añoro la cena de salchichón con gaseosa, la lata de arvejas en la selva chocoana, las cocadas que me sostuvieron por tres días cuando perdí un barco en Bahía Solano y la pega de arroz que me brindó un capitán de barco días después, cuando por fin pude embarcarme de nuevo. Qué buenos tiempos fueron.
Añoro la rudeza de esa selva que no estaba preparada para mí, y mucho menos yo para ella. Pero fue en esa selva donde aprendí a valorar cada sorbo de agua, cada bocado de comida, cada noche bajo las estrellas. Fue allí donde descubrí la fuerza que no sabía que tenía, la capacidad de adaptarme a lo inesperado y de encontrar belleza en lo más simple.
Envidio la facilidad con la que los jóvenes de hoy pueden planificar sus viajes, reservar hoteles y comprar vuelos. Pero también me pregunto si esa facilidad no les impide vivir la emoción de la incertidumbre, la aventura de lo desconocido. Nosotros nos perdíamos en los mapas, dormíamos en cualquier lugar que nos agarrara la noche y comíamos lo que encontrábamos. Pero esa incertidumbre era parte de la aventura, y nos permitía vivir experiencias únicas e inolvidables.
Añoro la conexión humana que establecíamos con la gente local. No teníamos internet ni teléfonos móviles, así que la única forma de comunicarnos era hablando, preguntando, compartiendo. Así conocimos a campesinos que nos ofrecieron su comida, a pescadores que nos llevaron en sus barcos y a familias que nos abrieron las puertas de sus casas. Esa conexión humana era mucho más valiosa que cualquier like en redes sociales.
Envidio la seguridad con la que los jóvenes de hoy pueden viajar. Pero también me pregunto si esa seguridad no les impide descubrir su propia fuerza, su capacidad de superar obstáculos y de adaptarse a situaciones difíciles. Nosotros nos enfrentábamos a peligros diferentes, como animales salvajes, caminos intransitables y condiciones climáticas extremas. Pero al superar esos peligros, nos sentíamos más fuertes, más capaces, más vivos. Atención que tambien se que las amenazas de hoy aunque diferentes también son retadoras.
Envidio la comodidad con la que los jóvenes de hoy pueden viajar. Pero también me pregunto si esa comodidad no les impide valorar lo que tienen, apreciar lo que han logrado. Nosotros viajábamos con lo mínimo indispensable, y cada objeto que llevábamos tenía un valor incalculable. Al llegar a un pueblo, apreciábamos la electricidad, el agua corriente, una ducha caliente. Hoy, los jóvenes tienen todas esas comodidades a su alcance, y tal vez no las valoren de la misma manera. Tal vez pueda ser una generalización.
En definitiva, envidio a los viajeros de hoy, pero también añoro mi época de viajero de la generación X. Fue una época difícil, pero también hermosa, llena de desafíos y recompensas. Fue una época que me enseñó a ser fuerte, a ser creativo, a ser humano. Y aunque no volvería a cambiar mi experiencia por nada del mundo, me alegra saber que los jóvenes de hoy tienen la oportunidad de vivir sus propias aventuras, de descubrir su propia fuerza y de crear sus propios recuerdos inolvidables.
Aprendizaje a Través de los Desafíos
Los desafíos que enfrentábamos nos enseñaron a ser resilientes, creativos y a resolver problemas inesperados. Aprendimos a leer mapas, a orientarnos sin GPS, a negociar con los locales y a sobrevivir con lo mínimo indispensable. Estas habilidades nos sirvieron para la vida. Tengo fé que lo que hoy le ofrece el mundo a los nuevos viajeros, también dejará su huella y aprendizaje.
Si son millennials o centenials y han llegado hasta aquí, disfruten de sus ventajas, pero no se olviden de la aventura y la conexión humana. Viajen, exploren, pero también interactúen con la gente local, prueben su comida, aprendan su idioma y sumérjanse en su cultura. La tecnología es una herramienta maravillosa, pero no dejen que les impida vivir la auténtica experiencia de viajar. guarden la experiencia más allá que en sus redes. Tomen fotos con sus miradas limpias sin celulares en el medio. opten por capturar ese recuerdo en su memoria y no en los gigas de sus aparatos. Recojan más experiencias, diferentes pero ricas en motivos, pasiones e interpretaciones de este mundo que nos pertenece a todos.